Los dermatólogos insisten: “No hay piel sensible, sino mala barrera cutánea”. Su alteración se debe al uso de cosméticos agresivos, excesivas e ineficaces limpiezas, falta de cuidado, la exposición a agentes estresores (contaminación, tabaco, humo o sol), el estrés y la falta de hidratación y nutrición. Todo ello afecta a su microbiota (la población de microorganismos que conviven en la piel) y es la causa de infinidad de patologías y problemas. Por eso incluir prebióticos en un cosmético -el alimento de las bacterias beneficiosas- es fundamental. Además, las cremas que trabajan la función barrera deben incluir ácidos grasos omega 3, 6 y 9 que forman parte del cemento extracelular de la piel (lo que mantiene “los ladrillos de nuestra casa” pegados), ácido hialurónico para evitar la pérdida de agua y extractos de minerales y polisacáridos altamente calmantes. Pero, para resumir, estos son los 4 pasos imprescindibles para conseguir una barrera fuerte:
- Limpieza dos veces al día para retirar toda la suciedad, los restos de cosméticos, además del exceso de sebo, siempre con limpiadoras suaves que no eliminen el manto ácido ni a deslipidizar el estrato córneo.
- Un tónico que regule el PH y contenga sustancias que hidraten, calmen y refresquen con una textura ligera.
- No olvidar la hidratación porque la pérdida de agua perjudica la función barrera. No importa si tu piel es seca, mixta o grasa. Siempre hay que hidratar.
- Sueros antioxidantes, para combatir la oxidación que provoca en nuestra piel la contaminación ambiental.